sábado, 9 de junio de 2012

Superhéroes

Lev Yashin, la mítica "Araña negra" del
Dínamo de Moscú y la extinta U.R.S.S.
En la última visita de la selección española a la Rosaleda, un niño que no debía llegar a los diez años contemplaba ensimismado el entrenamiento desde la grada. Debía venir directamente del colegio porque, además de vestir la equipación de su ídolo, llevaba su foto en la carpeta y hasta en la mochila.
Papá, ¿Tú crees que Casillas es un superhéroe? El padre, con cierta desgana en el tono de su respuesta, devolvió a su hijo a la prosaica realidad.
 –Si, sólo que éste no vuela.
Son los superhéroes del fútbol: visten una indumentaria especial que les distingue del resto de los vulgares jugadores que pisan el césped y poseen superpoderes tales  como tocar la pelota con las manos o desmaterializarse aparentemente en un palo y aparecer en otro para cruzarse en la trayectoria del balón. De algunos se dice, incluso, que pueden desviar la pelota con su sola mirada. Enemigos de los villanos del gol, pues su misión es evitarlos. Hoy hablaremos de los porteros de esta Eurocopa. Tipos de la estirpe de Yashin, Iríbar o Zoff que pueden llegar a recibir apelativos como “la Araña negra” o “el Santo”.
    Petr Čech (Pilsen, República Checa. 1982) es uno de los superhéroes más completos de esta competición. A pesar de poseer poderes sobrios como la colocación bajo palos o la seguridad blocando, también puede presumir de espectaculares cualidades como la supervelocidad, que le permite tener unos reflejos dignos de felino. Pero, como muchos otros superhéroes,  el distintivo más llamativo de Čech es su uniforme. En el año 2006 un combate mortal contra los villanos del gol estuvo a punto de costarle la vida, desde entonces un casco protege su único punto débil: la cabeza.
    El coloso incapaz de pasar desapercibido en su vida de incógnito responde al nombre de Manuel Neuer (Gelsenkirchen, Alemania. 1986). Es, como “la Cosa”, un muro infranqueable contra el que rebotan los balones. Posee además la asombrosa cualidad de aumentar su tamaño hasta ocupar toda la portería, como ya tuvieron oportunidad de comprobar los jugadores del Real Madrid y el Chelsea en las tandas de penaltis de la presente edición de la Champions. De sus poderes van a depender buena parte de las posibilidades de Alemania en esta competición.
    Si los superhéroes formaran un supergrupo, Gianluigi Buffon (Carrara, Italia. 1978) sería sin duda el jefe. Es un líder austero y silencioso que con sólo un gesto organiza y manda a sus hombres; es el capitán más veterano; y al que sus propios compañeros de la portería suelen elegir como mejor guardameta en las encuestas.  Por si fuera poco, ha experimentado todo lo que un superhéroe puede vivir: la gloria de ser campeón con su club y selección; la amargura del descenso con la Juventus; e incluso el coqueteo con el lado oscuro al estar bajo la sospecha de diversos escándalos. Poco amigo de lucimientos y partidario de la sencillez, es capaz de la acción más espectacular cuando la necesidad lo requiere.
    Iker Casillas (Madrid, España. 1981) es el típico muchacho metido a superhéroe por casualidad (y un poco a su pesar) al recibir sus superpoderes de forma accidental. De esos que tratan, inútilmente, de continuar con su vida “normal”. No le falta ni la clásica novia periodista. Se consagró nada menos que en la final de la Champions de 2002 teniendo que salir a sustituir a César, el portero titular, por una inoportuna lesión. Iker se despojó del chándal, descubrió su uniforme y saltó al campo para convertirse en el superhéroe de la noche salvando a su equipo y llevándolo hasta la victoria. Algo que, desde entonces, no ha dejado de repetir ni en el Real Madrid ni en la selección española.
    En la Rosaleda, un balón cruzado se dirigió directo a la escuadra cuando Casillas se hallaba cubriendo el otro palo. De repente, sin que nadie supiera como, el guante del portero apareció desviando el balón lejos de la meta.
-Te equivocas, Papá. Iker si que vuela. El padre no tuvo nada que objetar.

Iker Casillas volando en la final del Mundial 2010

sábado, 2 de junio de 2012

El hombre que nunca estuvo allí... Y el que sabía demasiado

El siglo XX ha sido muy dado a teorías conspirativas (algunas muy disparatadas) sobre misteriosos descubrimientos mantenidos en secreto o truculentos engaños lanzados como cortina de humo. Sin ir más lejos, hay personas que sostienen que la llegada del hombre a la Luna no fue más que un fraude perpetrado en un plató. En España se está comenzando a imponer últimamente el palabro “conspiranoia”. En Italia, país más curado de estrambóticos espantos, hace años que se acuñó el hermoso término dietrologia (que podría traducirse como “ciencia de lo que nos ocultan”).
Sin embargo, este fenómeno no es, ni exclusivo del siglo XX, ni de mentes estrafalarias. En la historiografía existen estudios serios y rigurosos que a menudo han abierto nuevas y sugerentes líneas de investigación en algunos de los acontecimientos más famosos e importantes de la historia de la humanidad.

Los cinocéfalos de la isla de Andamán,
según el "Libro de las maravillas"
Ya la familia de Marco Polo sospechaba que a su pariente se le había disparado la imaginación relatando sus aventuras e intentaron sonsacarle en su lecho de muerte que lo reconociera. “¡Sólo he contado la mitad de lo que vi!”, dicen que exclamó en su defensa el viajero veneciano.
Tras regresar de sus viajes, Marco Polo se enroló en la guerra que su ciudad mantenía contra Génova y en el transcurso de una batalla naval fue capturado y encarcelado. Fue durante su cautiverio cuando se decidió a dictar las experiencias de su viaje a Rustichello de Pisa, otro preso que hizo las veces de copista. El llamado “Libro de las maravillas” ha sido junto con las “Historias” de Heródoto una de las lecturas de viajes más influyentes y sugestivas para la humanidad. Ambas obras abundan en rigurosas descripciones, curiosidades etnográficas y también sublimes disparates. Marco Polo describe con bastante exactitud el modo de vida de los tártaros de Asia central o la cultura yogui de la India, pero también habla del arca de Noé suspendida en el monte Ararat; de seres humanos con el rostro en el pecho; o de hombres con cabeza de perro que habitan en islas del golfo de Bengala. Sin embargo lo que ha despertado las sospechas de los historiadores no es lo que cuenta, sino lo que calla. Resulta incomprensible que una persona que se supone llegó a China y vivió allí durante años no mencione que sus habitantes comen con palillos; omita el (omnipresente en la gastronomía oriental y desconocido en Europa); y, lo más llamativo, no diga una sola palabra sobre la Gran Muralla (un equivalente cultural sería hacer un relato de viajes por Egipto y obviar las pirámides). Todo esto ha hecho suponer a algunos historiadores que Marco Polo no llegó tan lejos y, si bien aceptan que probablemente estuvo en la India, proponen que compuso su relato de China a través de las narraciones escuchadas a otros viajeros que pudiera haber conocido. Bien es cierto que Marco Polo hubiera podido alegar que estas experiencias formaban parte de la mitad que no contó.

Colón se preocupó por convertirse en uno de
los personajes más enigmáticos de la humanidad
“El libro de las maravillas” fue obra de cabecera de otro egregio embustero como Cristóbal Colón. Siempre llevaba un ejemplar en sus viajes a las Indias tratando de reconocer los lugares descritos por Marco Polo en las tierras que iba explorando. Tanto se preocupó el descubridor por crear confusión en torno a su persona, que aún hoy día no se conoce a ciencia cierta su lugar de origen. En vida nadie pudo decir que usara el italiano; en Portugal daban por hecho que era forastero; y los españoles le consideraban portugués. Los historiadores siempre han encontrado muy sospechosa su obstinada seguridad en encontrar tierra firme al otro lado del ignoto Atlántico y por esta razón se ha desarrollado la teoría del “prenauta”:
Los portugueses circunnavegaban África para llegar hasta la India, por lo que no es descabellado imaginar que alguna embarcación arrastrada al interior del océano por las tormentas pudiera ser empujada por los vientos alisios hasta América, el problema era encontrar el contra alisio para regresar. ¿Conoció Colón a algún marino que hubiera estado en América? Algunos investigadores van incluso más lejos: Colón era el prenauta, con lo que su primera estancia en América también explicaría la parte más oculta de su biografía; el hecho de que conociera el secreto de los alisios; y que el muy bocazas incluso se permitía fanfarronear con su tripulación prediciendo el paisaje que iban a ir encontrando. De ser así, Colón no era ningún genio intuitivo, sino que iba a tiro fijo.
Durante años recorrió las cortes de media Europa buscando un mecenas que patrocinara su descabellada idea, hasta que finalmente, Isabel de Castilla, por dejar de escucharle, le dio tres míseras naves tripuladas con noventa hombres de la peor escoria esperando, seguramente, no volverlo a ver. A fin de cuentas, el marino no exigía ningún adelanto; sufragaba la octava parte de los gastos y “sólo” pedía ser administrador, gobernador y virrey de unas tierras que nadie pensaba que existieran y la décima parte de unas riquezas que nadie creía que encontrara.  A los siete meses, cuando ya todos se habían olvidado de él dando por hecho que había caído por el abismo plano de la Tierra, regresó. Cuando los Reyes Católicos tuvieron que cumplir con el trato no tardaron en darse cuenta de que, o bien era un genio con mucha suerte, o bien sabía demasiado y les había engañado como a chinos. Le acusaron de los más viles crímenes y no cesaron hasta retirarle todos sus privilegios. Murió en la pobreza y convencido de haber llegado a Asia. Dicen que contaba sus increíbles viajes a cualquiera que le convidara.
En cierta ocasión alguien expuso a Howard Hawks la cantidad de contradicciones e invenciones en las que caía cada vez que había hablado de su vida.  Hawks contestó que el no se consideraba un mentiroso, sino que la vida era tan corta que la única forma de vivirla varias veces era fabulando. Creo que Hawks tenía razón. Como Marco Polo, como Colón.