sábado, 13 de marzo de 2010

El último brindis

El último de los artículos escritos con motivo de la Eurocopa 2008 fue publicado por primera vez gracias a la generosidad de el blog de Bartola. La victoria de España cerró muchas heridas para la afición y abrió un montón de recuerdos personales. Por eso, lo que iba a ser un homenaje al éxito de la selección, acabó convirtiéndose en un emocionado tributo a mi abuelo: Joaquín Durán Peralta, "el último hombre de palabra". Hoy también lo dedicamos a todas esas aquellas personas que no pudieron vivir ese momento con nosotros porque ahora contemplan el fútbol desde los "Campos Elíseos". Seguro que después de leerlo todos desearéis que pronto se convierta en "el penúltimo brindis".


EL ÚLTIMO BRINDIS

DOMINGO, 29/06/2008

Llorar por el fútbol es algo absolutamente normal. El fútbol no deja de ser un espectáculo, pero a diferencia de cualquier representación es algo auténtico, donde los actores se interpretan a sí mismos y la épica, la tragedia o el final feliz que viven es real. Por eso yo nunca he entendido a aquellos que desprecian las lágrimas en el fútbol y luego les parece lógico y respetable llorar en el cine o la ópera.

Esta es una historia que comienza con lágrimas.

Tres jovenzuelos lloraban desconsoladamente la tarde que España caía injustamente eliminada por Italia en los cuartos de final del mundial de 1994. El viejo se acercó hasta ellos y trató de animarles con una frase sentenciosa que reflejaba esperanza y amargura a partes iguales: Niños, no lloréis; porque vosotros todavía podréis ver ganar a España en muchos mundiales, pero yo éste es el último que veo.

El tiempo demostró que la segunda parte de la afirmación era cierta, entre otras cosas porque tú lo quisiste así negándote a ver el mundial de cuatro años más tarde. Quien sabe, si el hecho de haber pronunciado aquella frase tuvo algo que ver, porque tú cumplías la palabra dada con tal celo, que muchas veces lindaba más bien en el terreno de la cabezonería. Después, cuando tú ya no estabas, la primera parte de la afirmación se convirtió en un chascarrillo familiar, algo con lo que nos reíamos cada vez que lo recordábamos como un chistecillo recurrente ¿España ganando una competición? Y entre nosotros ironizábamos que aunque viviéramos miles de años, la selección estaba lo suficientemente maldita como para llegar a vivir ese momento.

A ti, malaguista irreductible y simpatizante del “Atlético” Bilbao. A ti, republicano y patriota. A ti, creyente con corazón semanasantero y alma anticlerical. A ti, que sólo te escuché idolatrar a Douglas Fairbanks, Ben Barek y Gardel. A ti, defensor de Málaga hasta el chovinismo. A ti, digno pintor de brocha gorda. A ti, que como Ethan Edwards en Centauros del desierto nos enseñaste que un hombre sólo empeña su palabra una vez, y como el propio John Wayne podías llevar a gala el ser Feo, Fuerte y Formal. A ti, zocato cerrado para golpear la pelota y mágico ambidextro para todo lo demás. A ti, que sembraste en mí el gusto por los toros, te fuiste sin verlo florecer y ahora daría lo que fuera por acompañarte a los tendidos. A ti, ¡que sólo a ti debemos esta pasión por el fútbol! A ti, que esta noche te vas a fastidiar porque, aunque padecías una fobia mahometana al alcohol, vas a perdonarnos a los tres el alzar las copas y brindar por tu memoria. Porque yo sé que, estés donde estés, esta vez eres tú el que se ríe con nosotros recordando aquel viejo chascarrillo familiar.

Esta es una historia con final feliz.

sábado, 6 de marzo de 2010

Fútbol en celuloide

El fútbol, a diferencia de otros deportes, no ha tenido mucha suerte al ser trasladado a la gran pantalla. En contraste el mundo del boxeo ha dado muy buenas películas y alguna que otra obra maestra (piénsese en El ídolo de barro, Más dura será la caída, Toro salvaje o incluso Rocky, por poner unos pocos ejemplos). El mismísimo John Huston rodó a mediados de los ochenta Evasión o victoria pero, a pesar de contar con la presencia de figuras como Pelé u Osvaldo Ardiles, la cinta pasó por las pantallas sin pena ni gloria.

Pero, ¿qué le ocurre al fútbol a la hora de ser filmado? ¿No es acaso fotogénico el verdor del césped? ¿O es que las grandes estrellas del balompié no tienen suficiente glamour y palidecen al ser comparadas con las del celuloide? Una primera respuesta podría ser la diferencia cultural. La factoría Hollywood marca el paso (para lo bueno y lo malo) en el cine mundial y, como es sabido, los americanos no han sentido nunca demasiado interés por ese juego al que ellos llaman soccer. Sin embargo, aun admitiendo este lógico razonamiento, yo creo que la clave apunta a otro lugar.

Volvamos al ejemplo del boxeo. A la hora de rodar un combate hay que diseñar previamente una coreografía hasta engranar, como un perfecto ballet, todos los movimientos, golpes, caídas, etc. Cuanto más ensayado esté, más realismo y autenticidad transmitirá en la pantalla. ¿Saben cuál es la diferencia con el fútbol? Que es poco suceptible de ser “fingido”. Inténtelo en casa: ¿hay algo más falso y antinatural que dejarse regatear? Cuando alguien dicta “tú ahora te tragas el amago, a ti te dejan sentado de culo y tú tienes que dejarte un caño”, todo parece quedar reducido a un ridículo paripé. En el fútbol, a diferencia del boxeo, la única manera de transmitir autenticidad es filmar un verdadero partido.

España, país futbolero hasta la médula, tampoco se ha caracterizado por llevar el fútbol a las pantallas con brillantez. En los 50 Once pares de botas (en la que un empresario intenta comprar a un equipo para que se deje perder con ¡ay! el Málaga) o La saeta rubia (con el gran Alfredo Di Stéfano) son ejemplos de infumables bodrios. Y recientemente Matías juez de línea, Días de fútbol o El penalti más largo del mundo no pasan de ser anécdotas más o menos simpáticas.

Otra cosa es Inglaterra. Los ingleses no sólo inventaron las reglas del juego, sino que (quizás por eso mismo) poseen una cultura futbolística más “especial” o “sofisticada” que el resto del mundo. En Inglaterra fútbol, cultura popular (incluyo, por supuesto, la música) y sociedad forman una conjunción de elementos permeables entre sí. Piénsese en el papel de la música en las gradas, donde, por poner el ejemplo más significativo, You’ll never walk alone fue extraído del musical Carousel para convertirse en himno del Liverpool, o donde un jugador no es verdaderamente grande hasta que no se gana una letra dedicada por la afición y coreada al son de algún clásico pop. Esa permeabilidad han sabido llevarla con brillantez a su cine, donde han hecho verdaderas buenas películas en las que la representación del juego no tendrá protagonismo directo, pero el fútbol aparece como un elemento más de la trama o es omnipresente telón de fondo para contar una historia. Son buenos ejemplos Quiero ser como Beckham, de Gurinder Chadha (en la que se refleja la lucha de una niña de origen indio contra los prejuicios culturales), Fuera de juego, de David Evans (basada en la novela de Nick Hornby “Fiebre en las gradas” y que narra como un hincha del Arsenal está a punto de arruinar su vida incapaz de vivirla sin la obsesión por el fútbol), o las recientes y también estupendas The Damned United, de Tom Hooper (sobre la rivalidad entre los entrenadores Brian Clough y Don Revie) o Buscando a Eric, de Ken Loach (en la que un hombre encuentra su espíritu de superación en la admiración por Cantona).

Hollywood dictará los entresijos del cine, pero nadie conoce los del soccer tan bien como los ingleses.

lunes, 1 de marzo de 2010

Los animosos chicos del pub

Son una de las más grandes bandas de rock y sin embargo carecen de la mayoría de las peculiaridades de su cultura: Nunca han protagonizado un escándalo público, no han sido procesados por participar en sonoras broncas ni insultan a músicos rivales, no presumen de ninguna adicción y, por supuesto, no poseen ese ingrediente necrofílico que, por alguna de las razones anteriores, suele acompañar a los clásicos del rock (piénsese en los Stones, Hendrix, AC DC, o Metallica). Iron Maiden son simplemente unos tíos ingleses que desde el fin de los 70 viven de lo mejor que saben hacer: tocar música, y a pesar de no poseer ninguno de esos atractivos ingredientes "malditos", han sobrevivido, siendo fieles a su estilo, a todos los cambios de modas del ya de por sí voluble último cuarto de siglo.

Ya iban un poco a contrapié desde el comienzo. A finales de los 7o en Inglaterra lo fácil y lógico hubiera sido ser punk. Cierto es que algún que otro rasgueo y ritmo del primer disco (como cualquier grupo del momento, Police sin ir más lejos) puede recordarlo, pero aquel álbum de presentación con el escueto título de Iron Maiden trataba de seguir el rastro del camino abierto por Led Zeppelín, Deep Purple y Judas Priest, que en aquel momento, como toda la cultura rock en general, palidecían como ñoños recuerdos bajo la avalancha irreverente de los Sex Pistols.

Quien compró aquel disco en busca de apología de las drogas, falsa marginalidad, proclamas antisistema, o mensajes satánicos, debió llevarse un chasco mayúsculo. Desde aquel primer álbum aparecen ya lo que van a ser las señas de identidad del grupo: Las canciones de los Maiden se parecen a la desenfadada conversación de unos cuantos amigos que se sientan entorno a la mesa de un bar: por un lado hablan de alguna obra literaria que se ha leído con devoción, o de películas que han causado verdadero impacto. Por otro lado, también aparece la pasión por los temas épicos, históricos, religiosos y mitológicos. Cierto que desde el diletantismo de un aficionado sin pretensiones e incluso con cierto toque naïf, pero saben hacerlo con atractivo y son muchos los que han descubierto personajes o anécdotas históricas a partir de alguna de sus canciones.

Como referencias a obras literarias podríamos destacar Murders in the rue Morgue (sobre la obra de Poe), Rime of the ancient mariner (inspirada en la de Coleridge) o Brave new world (la célebre "Un mundo feliz" de Aldous Huxley). Influídas por el cine o la literatura tenemos The Duellists (película de Ridley Scott basada en un relato de Joseph Conrad), Quest for fire ("En busca del fuego" de Jean Jaques Annaud adaptada de la novela de J.H. Rosny) o To tame a land (que puede hacer referencia tanto al film Dune de David Lynch como a la novela homónima de Frank Herbert). Genghis Khan y Alexander the Great hacen referencia a personajes históricos. Basadas en grandes episodios de la historia tenemos Ides of March (el asesinato de Julio César), The Trooper (la carga de la Brigada Ligera), o Montségur (sobre la cruzada albigense). Son de tema mitológico o legendario Flight of Icarus, Powerslave (el antiguo Egipto) y el disco Seventh son of a seventh son al completo. De temática religiosa la más famosa es, sin duda, Number of the Beast (la célebre profecía del Apocalipsis) o No more lies, aludiendo a todas las religiones en general.

Un artículo independiente merecerían Eddie (convertido desde los inicios en un miembro más del grupo) en esas maravillosas portadas y dibujos (iniciadas por Derek Riggs) que tan magníficamente han sabido ilustrar todos esos títulos.

Siempre esperamos impacientes la publicación de un nuevo disco de Iron Maiden que, como nos tiene acostumbrados, se parecerá a la animosa conversación entre amigos en torno a las cervezas de un pub.