lunes, 1 de febrero de 2010

Corazón, alma, sueños y sangre

Al margen del equipo de nuestra localidad, ser seguidor de un equipo de fútbol es de las pocas cosas que se pueden elegir en esta vida -habrá barcelonistas en Pekín e incluso Madrid, o tifosi de la Juve en Qatar-, pero si en el primer caso está claro que el vínculo que nos une es meramente espacial, en el segundo las razones que provocan la afición por unos colores determinados son un completo misterio que forma parte de la mitología particular de cada uno.

El Málaga es el equipo de mi corazón. El primer nebuloso recuerdo relacionado con fútbol que mantengo en la memoria es de algún partido del Málaga en la Rosaleda hace vaya usted a saber cuantos años. Aún hoy me emociona la impresión que me provocaba ver surgir el verdor del césped ante mis ojos conforme subía el acceso a las gradas de la mano de mi abuelo. Fue también el Málaga el que rompió ese mismo corazón un 27 de julio de 1992. Tras años de gestión filibustera, de pasar vergüenza ajena viendo como embargaban trofeos o cortaban luz, agua y teléfono, de contemplar impotente como Juan Gómez Juanito tuvo que salir a buscarse la muerte a las carreteras extremeñas porque aquí no podía ya pagársele su sueldo de técnico, la asamblea de socios acordó la desaparición de un C.D. Málaga en quiebra y su refundación como Málaga C.F. en 3ª división. Después llegarían los ascensos fulgurantes, el regreso a 1ª y hasta la Intertoto y UEFA que más o menos fueron cerrando la herida, pero a mí siempre me quedará una enorme cicatriz. Y como todas las cicatrices se resiente en tiempos de nubarrones.

Lo normal es que los gustos futbolísticos de los hermanos mayores influyan en los de los pequeños. En mi caso fue al revés. Veía a ese niño amar al Athletic con tanto entusiasmo, que al final me acabó contagiando. Y es que, en estos tiempos de merchandising ultra capitalista, audiencia internacional y televisión de pago ¿cómo no amar a un equipo que por número de socios podría haber seguido siendo grande y por fidelidad a sus principios prefirió ser modesto? ¿Cómo no amar a una afición que antepone los colores a los intereses del mercado? ¿Cómo no amar un estadio que es la una Catedral donde se vive y respeta el fútbol como en ningún otro campo? El amor al Athletic es como el alma: un sueño romántico e irracional, por eso el Athletic siempre será el equipo de mi alma.

Cuando los niños soñaban en la calle mientras corrían tras un balón, con llegar a jugar en el Madrid o el Barcelona, yo soñaba con el Liverpool. En los tiempos en que no existía Internet y todo lo que llegaba a una pantalla era a través de dos canales de televisión, el fútbol inglés era algo absolutamente exótico. Una retransmisión de la final de copa inglesa con los Grobbelaar, Beardsley, Rush y, sobre todo, los eléctricos slaloms por la banda de John Barnes, convirtió para siempre al Liverpool en el equipo de mis sueños. La tragedia de Heysel del 85 y la posterior prohibición de participar en competiciones europeas para los equipos ingleses lo hizo aún más lejano y misterioso. Fueron años en los que, a falta de partidos oficiales entre los equipos continentales y los de las islas, la competitividad a nivel internacional de los clubes ingleses entraba en los terrenos de la especulación. Y así, uno tenía que volver a esos sueños para imaginar como sería una eliminatoria que enfrentara al Liverpool con el Madrid o el Milan. Eso son los Reds, el equipo de mis sueños.

Desde que tengo uso de razón he estado orgulloso de la sangre italiana (más concretamente piamontesa) que corre por mis venas. Por esa razón siempre tuve cierta afinidad con la Juventus (además allí estaba Platini, uno de mis jugadores preferidos). Sin embargo, a finales de los 80, supe que la vieja señora de los Alpes no era la única inquilina de la ciudad, sino que la compartía con un pariente pobre que lucía una camiseta grana como mi sangre: el Torino. Con el tiempo me enteré de que la Juventus era italiana y de la Fiat, mientras que el Toro era genuinamente piamontés y turinés. Cuando encima conocí su trágica y fascinante historia, con la catástrofe de Superga o la desafortunada muerte de Gigi Meroni, el Toro tiñó definitivamente de grana mi sangre piamontesa.

He hablado de los equipos de mi corazón, alma, sueños y sangre. Faltan mis entrañas... que siempre fueron antimadridistas, pero eso es ya otro cantar.

"Il grande Torino", trágicamente desaparecido
en el accidente aéreo de Superga el 4 de mayo de 1949

3 comentarios:

  1. O dicho de otro modo... "Corazón roto, alma aguerrida, sueños lejanos y sangre ancestral".

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  2. Ojala se me hubieran ocurrido esos epitetos a mi. Los habria colocado gustosamente en el titulo

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  3. enhorabuena, precioso el artículo. Tendré que visitar este blog con regularidad

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