sábado, 30 de enero de 2010

Der Leiermann (El hombre de la zanfona o "la Muerte en Si menor")

Atlante. Uno de los prigioni inacabados
de Miguel Ángel para la tumba de Julio II.
Schubert es probablemente el autor más prolífico de lieder (canciones) de la historia de la música clásica. En 1827, un año antes de su muerte, compone uno de sus ciclos de canciones magistrales: Winterreise (Viaje de invierno), poniendo música a los versos del poeta Wilhelm Müller. La obra, compuesta en pleno romanticismo alemán, está impregnada de un ambiente nostálgico y melancólico. El ciclo se cierra con un extraño poema: der Leiermann. El misterio comienza con el instrumento que da nombre al propio título: en alemán la palabra Leier puede designar distintos instrumentos de cuerda: en la edad media hace referencia al que nosotros conocemos como lira, pero a partir del medioevo alude, por extensión, a otros instrumentos de cuerda (la viola sin ir más lejos), pero también a la zanfona, el típico instrumento con el que los juglares ciegos ambulantes acompañaban sus romances y en el que el sonido es producido por el rozamiento contra las cuerdas de una rueda que es girada por una manivela. En época de Schubert la zanfona estaba ya casi en desuso y la palabra Leier comenzó también a designar al organillo, probablemente porque también se acciona girando una manivela. Los musicólogos nunca se han puesto de acuerdo sobre el instrumento en el que Schubert pensaba (¿la canción alude a un organillero o a un zanfonista?) y hay numerosos y razonados argumentos tanto a favor de uno como del otro. Yo quiero oir en el sonido del piano la dulce y melancólica cadencia de la zanfona, aunque probablemente sólo porque me gusta más que el organillo. En cualquier caso la última canción de este Viaje de invierno es, tanto por su letra como por su música, una caricia de aire gélido y cortante tras haber exhaltado al invierno y cantado al amor perdido durante 23 poemas. Pasemos a ella antes de continuar (la traducción del alemán es de quien esto escribe para lo bueno y para lo menos bueno)

En las afueras del pueblo
Tañe un hombre la zanfona
y con entumecidos dedos
la hace girar como puede.

Descalzo se tambalea
de un lado a otro en el hielo
y su platillo de limosna
siempre se muestra vacío.

No hay nadie que quiera escucharle
no hay nadie que quiera verlo
y alrededor del anciano
gruñen todos los perros.

Y él, impasible
ante lo que está sucediendo
gira y gira su zanfona
y nunca la deja quieta.

“Misterioso anciano
¿Me dejarás ir contigo?
¿Querrás acompañar mis canciones
dando a tu zanfona giro?”

¿Quién es este misterioso anciano que nadie quiere ver pero que los perros presienten? Para mí está clarísimo: es la Muerte, intuida por Müller y que ya acechaba a Schubert en el momento de la composición. Al músico le habían diagnosticado una sífilis en estado irreversible (entonces una enfermedad mortal) y, como así fue, sabía que estaba en su último año de vida. Curiosamente la tonalidad de la obra (Si menor), aunque no muy usada por el compositor aparece también en una de sus obras más conocidas: la Sinfonía nº 8 "Incompleta". Parece ser que la causa del abandono de la composición a mediados de la década de los 20, tiene que ver con un período depresivo del autor relacionado con el primer diagnóstico de la enfermedad que acabaría matándolo. Schubert abandonó la sinfonía nº 8 pero su estado anímico no le impidió seguir con otras composiciones ¿quizás por alguna razón concreta la relacionaba con su enfermedad y la Muerte? En cualquier caso la Incompleta es un ejemplo de obra, que aunque no finalizada, transmite la perfección de que sólo puede ser así y no de de otra manera; como esas asombrosas esculturas de los prigioni que Miguel Ángel no pudo acabar y parecen liberarse mágicamente de la piedra.

7 comentarios:

  1. Escuchando las primeras notas de esta obra he recordado la gnossiene nº1 de Erik Satie, que, como este lied de Schubert, tampoco anda carente de misterio y nostalgia, al menos para un servidor y su personal visión de ese abstracto y mágico fenómeno al que llamamos música.

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  2. Salvo "cuatro" privilegiados, el resto no hemos tenido la suerte de crecer con música, por eso, salvo las "cuatro" piezas que todos conocemos de la clásica soy consciente que detrás queda una galaxia por conocer, y que, por otra parte da pereza acometer; por eso, me parece un soplo de aire fresco puesto en bandeja el que se nos invite a estas "tapitas" musicales que quizás, y espero que así sea, en más de un caso va a provocar que se sigan oyendo otras piezas. Impresionate, e incluso diría yo., escalofriante.

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  3. Totalmente de acuerdo con Hugotic.

    Dier Pablenenn: no estaría de más que pusieses enlaces al "Goear" para estos asuntos musicales.

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  4. Yo también, en mi total ignorancia musical y poética entendí desde el primer momento que quien hablaba al músico mendicante era la muerte. Es una canción sobrecogedora, de las que hay que escuchar vairas veces y hacerse el oído a los matices. Como saborear un buen vino o un buen plato. No es para una escucha con prisas, desde luego.

    Gracias por el artículo, y si me permiten una corrección, en español los versos siguen las mimas normas ortográficas que la prosa: no se ponen con mayúscula inicial, salvo en los versos que van a continuación de un punto o empiezan con un nombre propio, claro. Evitemos las costumbres anglosajonas si podemos, que las nuestras funcionan mejor en nuestro idioma y no son menos dignas que las de los estadounidenses.

    Saludos.

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    2. Muchas gracias por la corrección que además tiene el peso de la razón, corregido queda.

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